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La inversión en ética ya no es opcional

  • Última actualización
    03 mayo 2024 10:48

Aquella época en la que un presidente de una autoridad portuaria era especialmente respetado ha dejado paso, en ocasiones, a todo lo contrario. De aquello de que todo lo que hacía el puerto estaba bien hecho hemos pasado a que todo lo que haga el puerto está mal o es sospechoso de estar mal.

La presión excesiva e injustificable contra los puertos ha ayudado, en cierto modo, a que las autoridades portuarias acaben convencidas de que eso de cuidar del entorno no es una limosna, si no una responsabilidad. La Responsabilidad Social ya no es una “asignatura María” que se deja a un lado para centrarse en los temas mollares. Los puertos están empezando a darse por vencidos y, lo que es más importante, por convencidos, respecto a que han de ser responsables. No hay opción b.

El tiempo y el dinero que cada puerto, (entendiendo por puerto su gobierno y los que le dan vida: la comunidad portuaria), invierte en mejorar su relación con su entorno, deberá ir creciendo exponencialmente, sí o sí. Y lo habrá de hacer como una inversión en ética. Como una responsabilidad empresarial y personal. Sin perder de vista la idea de que las responsabilidades han de considerarse como ineludibles. Sin olvidar que la inversión en ética es la única inversión que casi siempre es rentable y, si no lo fuera, también lo sería.

La inversión en ética es la única que casi siempre es rentable, y si no lo fuera, también lo sería

Más allá de cuidar a las grandes navieras, sus alianzas y sensibilidades, deberemos destinar recursos, también, a cuidar nuestro entorno. Los puertos ocupan, sobre todo, territorio. Mucho. Ese territorio depende legalmente del gobierno central, aunque sean los presidentes autonómicos los que nombran a los presidentes de los puertos y los alcaldes o alcaldesas los que fiscalizan cada movimiento que hagan. Con esto, está claro que lo de la dependencia legal sólo vale cuando los tres gobiernos son del mismo color. Si no es así, el color político pasa de ser un calmante conciliador a un motivo de disputa en sí mismo.

Mejorar la relación con la ciudad ya no es una opción. Los puertos, por mucho que se crean que invierten en atender las sensibilidades de su entorno, han de mentalizarse de que hay que hacer mucho más. La creación de algo así como un “comercial social”, que se dedique a vigilar qué más se puede hacer por el entorno, se nos antoja imprescindible para el buen funcionamiento de un puerto, en el presente y en su futuro.

La proliferación de iniciativas como la Fundación Cares en Barcelona o Aportem – Puerto Solidario Valencia, por citar un par de ejemplos, indican un camino ineludible. No son un tema de las autoridades portuarias, sino de todo el colectivo logístico. En un futuro próximo cada puerto, cada comunidad portuaria, habrá de tener su propia organización, su propio equipo, dedicado a la RSC. Algunos puertos, me consta, cuentan con ingentes inversiones en ese campo, sobre todo en el tema medioambiental, pero se olvidan de que en RSC, además de hacer mucho, hay que contarlo todo. Se hace preciso explicar a la ciudadanía, de forma directa y continuada, lo que se hace y lo que se va a hacer. Comunicar con hechos... y con mensajes. La inversión en ética no es opcional... y siempre sale rentable.